El infierno en las aulas de acogida en Austria: “Gritos en árabe, fútbol en el aula y cero respeto”
"Paso dos horas luchando contra un rechazo absoluto de aprender", relata una docente en Viena.
Una profesora de lengua alemana que trabaja en el programa educativo subvencionado por Austria ha roto el silencio sobre las condiciones caóticas que se viven en las aulas destinadas a niños y jóvenes migrantes. En declaraciones anónimas al medio Exxpress, la educadora denuncia una falta total de respeto, violencia simbólica y una actitud de rechazo sistemático hacia el aprendizaje.
Gritoria en árabe, fútbol en el aula y cero respeto
La profesora lo describe sin tapujos. "Paso dos horas luchando contra un rechazo absoluto de aprender." Más que un aula, dice, parece un campo de batalla: alumnos que gritan, juegan a fútbol entre pupitres, tiran los ejercicios al suelo o salen de clase sin permiso. Algunos exigen hacer pausas para rezar, otros aparecen sólo una vez al mes o, directamente, no vienen.
Ha habido casos graves. En uno de ellos, una profesora salió a buscar a un alumno que se había marchado, y un grupo de estudiantes aprovechó para encerrarla en el aula. "No puedo ni utilizar la pizarra electrónica. Cada vez que la enciendo, un alumno la desconecta", explica. Otro maestro es constantemente ridiculizado por un grupo de chicos. “Algunos compañeros se marchan llorando.”
Cuando el profesor es musulmán, el comportamiento cambia
La profesora destaca un contraste que le ha dejado perpleja. Cuando ella u otros maestros no musulmanes entran en el aula, los alumnos casi nunca saludan. No existe ninguna muestra de respeto ni de reconocimiento. Pero cuando quien entra es un profesor musulmán, la actitud de los alumnos cambia radicalmente.
“Solo saludan si el maestro es musulmán. Entonces sí, le reciben con sonrisas, con respeto, incluso con cierta admiración", explica. Este doble trato genera incomodidad entre el profesorado y alimenta un sentimiento de exclusión cultural dentro del entorno educativo".
Esta situación ha provocado tensiones en los equipos docentes. Algunos maestros perciben que su origen o religión es el motivo por el que no reciben respecto de los alumnos. Otros, aun teniendo raíces culturales similares, afirman que no pueden trabajar con normalidad. “Hay alumnos que sólo respetan a quienes perciben como uno de los suyos. Lo demás, somos ignorados.”
Cuando se les pregunta qué les gusta de Austria, algunos alumnos responden: “Nada de nada”. La falta de afinidad con el país que les acoge refuerza la sensación de rechazo y hace aún más difícil establecer vínculos positivos en el aula.
Una inversión pública que no da frutos
El programa recibe una importante inversión. Cada sesión de dos horas cuesta 57 euros por profesor, financiados con fondos públicos. El Ayuntamiento de Viena también proporciona libretas, lápices, bolígrafos y todo el material escolar necesario, de forma gratuita para las familias.
Sin embargo, la implicación de los estudiantes es mínima. “Diez alumnos registrados y sólo viene uno", lamenta. Esta desconexión constante genera frustración entre los docentes, que ven cómo los esfuerzos no dan resultado ni siquiera en la asistencia más básica.
La profesora denuncia que muchos alumnos, a pesar de vivir en Austria desde hace años, no tienen competencias básicas en alemán. "¿El pasado? ¿No tienen ni idea. ¿Hacer una frase con estructura correcta? Tampoco." Estas carencias dificultan mucho cualquier progreso. Incluso en centros de secundaria superior, como los AHS, hay jóvenes incapaces de construir frases mínimamente coherentes.
Esto demuestra, según la docente, que el problema no sólo es de disciplina, sino también de un fracaso estructural del sistema educativo.
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