El cristianismo en Marruecos que reza en iglesias clandestinas
Ser cristiano en Marruecos puede costarte el trabajo, la libertad o la custodia de tus hijos en un país en el que orar fuera del islam es casi un crimen.
El cristianismo en Marruecos tiene dos caras. La buena y que el régimen utiliza de cara al exterior se practica en las iglesias para expatos europeos. El cristianismo de segunda es para marroquíes y africanos en general.
En Casablanca, en el barrio de Hay Hassani, varios garajes y pisos han sido reconvertidos en iglesias clandestinas por migrantes subsaharianos. Los vecinos, molestos por el ruido y las actividades religiosas nocturnas, denunciaron los hechos a las autoridades. Las comunidades cristianas de marroquíes y africanos en Marruecos siguen excluidas del reconocimiento oficial y condenadas a practicar su fe en la clandestinidad.
La falta de iglesias legales en Marruecos
El caso de Casablanca destapado por bladi.net no es una excepción: el Estado no reconoce ni facilita la existencia de iglesias para cristianos locales o extranjeros no europeos. Mientras las iglesias oficiales están reservadas a los expatriados occidentales, los cristianos marroquíes o subsaharianos deben orar en la clandestinidad. Sin edificios autorizados, ni protección legal, ni libertad de culto real, la fe cristiana en Marruecos se ve condenada a sobrevivir escondida, como si fuera una actividad ilegal.
Según el informe World Watch List 2025 de Open Doors, la represión contra los cristianos en Marruecos no es sólo social, sino también institucional. Aunque la conversión a otra religión no está explícitamente prohibida, el artículo 220 del Código Penal castiga cualquier acción que pueda "sacudir la fe de un musulmán". Esto convierte cualquier intento de compartir la fe cristiana en un delito, y legitima la persecución de aquellos que se reúnen, oran o hablan de cristianismo fuera del ámbito privado.
Con el código penal en mano, las autoridades de Marruecos cierran iglesias domésticas, vigilan a los convertidos y permiten que la presión familiar y social actúe como una forma de castigo paralelo. Así, la carencia de iglesias legales no es una omisión: es una herramienta de represión.
Iglesias cerradas y clandestinidad
Según el informe de Open Doors, en 2024 se cerraron siete iglesias, 75 cristianos fueron agredidos agredidos y 17 detenidos. Pero estos números sólo son la punta del iceberg: la mayoría de ataques e intimidaciones no se denuncian por miedo a represalias, y muchas víctimas callan para proteger a sus familias.
Las reuniones religiosas se hacen en secreto, las Biblias se custodian como pruebas delictivas y las oraciones se susurran en voz baja para evitar ser denunciados. Esta situación genera un ambiente de miedo generalizado, donde la autocensura se convierte en una necesidad vital. Muchos cristianos no se atreven a hablar abiertamente de sus creencias ni siquiera con amigos o familiares, ya menudo utilizan seudónimos en las redes sociales para compartir contenidos religiosos.
El simple hecho de llevar una cruz colgada en el cuello o expresar opiniones críticas con el islam puede ser suficiente para ser marginado, detenido o agredido. El mensaje de las autoridades está claro: la fe cristiana no tiene cabida en el espacio público marroquí.
Más de una Biblia es proselitismo
Esta represión no se limita sólo a la vigilancia y detenciones: las autoridades controlan incluso los materiales religiosos que los cristianos pueden tener en casa. A los creyentes marroquíes sólo se les permite poseer un solo ejemplar de la Biblia, y si se encuentran más, esto puede ser interpretado como una prueba de proselitismo.
Cuando son detenidos, los convertidos suelen ser obligados a firmar un informe de apostasía, en el que reconocen haber abandonado el islam. Este procedimiento sirve para registrar y controlar a los creyentes, y aunque en muchos casos son puestos en libertad sin cargos formales, la estigmatización y el miedo quedan grabadas de forma permanente. El Estado conoce perfectamente quiénes son los cristianos locales y hace un seguimiento de muchas de sus actividades, como por ejemplo campamentos, encuentros y conferencias, a menudo en espacios privados y con discreción extrema.
Exclusión y represión de los cristianos en Marruecos
Los convertidos pueden ser detenidos pero también pueden sufrir represiones más sutiles: se enfrentan a perder su trabajo sin explicaciones, verse excluidos del sistema educativo o de las oportunidades públicas, e incluso ser despojados de sus derechos parentales. Las mujeres, especialmente, son vulnerables a divorcios forzados, bodas no deseadas y la retirada de la custodia de los hijos si deciden abandonar el islam.
Aunque la Constitución reconoce la libertad de religión, esta libertad se limita al ámbito privado y se aplica de forma desigual. Así, ser cristiano en Marruecos no sólo es un acto espiritual, sino también un acto de resistencia frente a un sistema que asocia al islam con la identidad nacional y rechaza cualquier desviación como una amenaza.
Una comunidad viva a pesar de la persecución
Pese a las dificultades, la comunidad cristiana marroquí sigue viva. Cada día más personas, de orígenes diversos, abrazan la fe cristiana por convicción personal y libre, sin presiones ni influencias externas. Y aunque la Constitución reconoce la libertad de religión, esta libertad se limita al ámbito privado y se aplica de forma desigual.
En los últimos años han traído algunas mejoras significativas. La Constitución marroquí actual garantiza formalmente la libertad de religión aunque esta libertad se limita al ámbito privado y se aplica de forma desigual. Algunas figuras del gobierno se han pronunciado públicamente a favor de la tolerancia hacia los cristianos, y se han dado pasos —aún tímidos— hacia un escenario de mayor respeto y convivencia. Este cambio de mentalidad, pequeño pero significativo, marca una diferencia con respecto al silencio institucional de décadas anteriores.
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