Los musulmanes no son las suecas de los 70
La presencia de musulmanes en Occidente no nos está haciendo mejores. Vienen por motivos materiales, no huyen de la sharia, vienen a traerla y ya nos están impregnando con los valores del islam.
En cualquier país musulmán la sharia está más o menos integrada en el código penal. Todos conocemos los casos extremos de Siria, Irán, Afganistán o Arabia Saudita. Pero es que en Marruecos, Argelia o Egipto, que nos parecen más “abiertos”, la ley del estado impone hacer el Ramadán, castiga la ofensa al islam, el adulterio, la homosexualidad o permiten la poligamia.
En estos países "más abiertos" las mujeres tienen libertad para vestir como quieran, pero nada más. La violencia contra ellas está ahí y no se hace nada. Sin embargo, los islamistas consideran a estos regímenes como enemigos y los regímenes hacen lo que pueden para frenar a los radicales. No como nosotros. Un salafista tiene más libertad para predicar en Olot que en Tánger.
Nuestro país en los años 60 o 70 no era ejemplo de nada. Pero fue cambiando con la aportación de extranjeros, como las suecas en la playa o el espejismo con Francia. Queríamos ser como el mundo avanzado y lo logramos. Ahora, la presencia de musulmanes en Cataluña no aporta ninguna mejora.
La mochila que llevan
Las personas que vienen de estos países han crecido en un estado con normas islámicas incrustadas en el código penal. Cuando llegan a Occidente no piensan “mira lo bien que podré ser homosexual, criticar el islam, comer por Ramadán y llevar bikini porque el estado me defenderá de los que me quieren tapada"Y no lo piensan porque lo ven normal, han crecido así y el mensaje que reciben de los religiosos no se lo dice. Pero es que nosotros tampoco.
El musulmán que llega a Occidente se encuentra con una sociedad con valores y leyes totalmente diferente. Habría que esperar a que con el tiempo las entiendan, las valoren y las hagan suyas. Pues no está ocurriendo. El único valor nuestro que defienden es “la libertad de las mujeres de vestir con hiyab” y “la libertad de culto”. No les hemos dicho que existe un pack de valores que va junto, no se puede elegir.
Hemos perdido la libertad de expresión, el feminismo o el bienestar animal
Uno de los efectos que más notamos de la presencia de musulmanes es que estamos perdiendo la libertad de expresión. Podemos criticarlo todo y hacer burla de todo menos del islam. No vamos a prisión pero nos callan con la palabra “islamofobia”. Ya sabemos qué ocurre si hacemos una caricatura del Profeta: no vendrá la policía pero ellos harán justicia a su manera.
El feminismo ya no es defender la igualdad entre hombres y mujeres. La igualdad es por las infieles, las musulmanas deben vivir sometidas porque es su libertad. Lo dicen ellos y lo decimos nosotros.
Los sacrificios halal son ya la norma en Catalunya. Las leyes de bienestar animal son papel mojadot. Ni sabemos cómo ha sido sacrificada la carne que comemos. Y no tenemos ningún problema, nos hace ilusión.
Sólo son tres ejemplos de cómo ya tenemos aquí la sharia y somos nosotros quien la defiende. Hay más. A cada paso que han hecho ninguna autoridad ha dicho "eso no puede ser". Al contrario.
El mensaje que reciben
El mensaje de los imanes y de los predicadores es que nuestra sociedad tiene valores decadentes. Y algunos les gustan: el aborto, los derechos lgtbi o la mujer trabajadora les van bien pero por nosotros. Desde su punto de vista nos debilitan. Les parece fantástico que tengamos menos hijos y la familia tradicional sea cada vez más escasa.
La única ventaja que ven de nuestro mundo es el bienestar material, y por eso vienen. Cuando hablan de cómo lo hemos conseguido dicen que es gracias a someter a musulmanes. Su retraso le atribuyen a no ser suficientemente buenos musulmanes. Y ser buen musulmán incluye extender las leyes religiosas a toda la sociedad: la charia es para todos.
El objetivo declarado es islamizar a nuestras sociedades. Lo dicen sin tapujos. Tienen vocación de liderar y no se esconden. Liderar significa, por ejemplo, hacer planes urbanísticos con la mezquita en el centro, no contratar homosexuales, dar preferencia a mujeres con hiyab, detener la actividad por Ramadán (como ya hacemos en los institutos), no vender alcohol o cerdo en los negocios…¿No? Vea los barrios de la sharia en Texas que levantan paquistanís ricos. O pida una cerveza a un kebab en Francia.
La consideración de los musulmanes hacia los demás
Nosotros tendemos a ser tolerantes, abiertos y aceptar todo. En cambio, el islam por definición no acepta nada, lo tolera cuando no le queda más remedio. Allí donde es fuerte no existen ni otras religiones, ni otros estilos de vida ni otras culturas. Llevamos 1400 viendo cómo actúan.
Su lógica interna es la imposición. Nuestra función como gestores de la sociedad debe ser poner normas y límites claros y concretos. Defendemos la libertad de culto o la libertad individual, ellos no. En sus países no hay y no les molesta. No nos importa en lo que crea cada uno hasta que esa creencia es contraria a nuestros valores de libertad o igualdad.
El islam es un sistema que lo abarca todo, pero nuestra sociedad se fundamenta en la separación entre religión y política. Si no hacemos valer esta diferencia, la sharia avanzará aquí con nuestra propia complicidad. Y entonces, quizás ya sea demasiado tarde para recordar qué quería decir vivir en libertad.
En definitiva, no son ellos quienes se adaptan a nosotros, sino nosotros quienes ya nos estamos adaptando a ellos. No han realizado ninguna aportación que nos haga mejores. Los musulmanes no son como las turistas suecas de los años 70 ni vienen a disfrutar de lo que somos. Vienen con una mentalidad y quieren desplegarla aquí. De momento, no realizan las mismas actividades que nosotros, sus hijos e hijas nacidos aquí tampoco. Lo siguiente será que ni nosotros podremos hacerlas.
Lo peor es que la sharia no entra con leyes impuestas, entra con concesiones pequeñas y constantes. Y con la presión de grupo y el miedo a todo el mundo. Y cuando nos demos cuenta, nuestro modelo de sociedad ya habrá desaparecido.
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