Cómo controlar el islam en Catalunya
Tenemos un problema con los musulmanes e ignorarlo sólo hace crecer las tensiones.
No tenemos un problema con el islam. El problema lo tenemos con los musulmanes por su comportamiento cada vez más contrario a nuestros valores. Los musulmanes que se dan cuenta se hacen exmusulmanes por la impotencia de no poder cambiar nada desde dentro.
Nuestra fuerza es su incongruencia. Por ejemplo, ni entre ellos se ponen de acuerdo en cómo vestir a las mujeres, cuáles son las normas halal, si puede ser homosexual o no, si la mujer puede dirigir la oración, etc. En el islam no hay nadie que ponga orden y ahí es donde debemos entrar nosotros con nuestro criterio. Ya se ocuparán ellos de buscar el texto que nos dé la razón.
Si no lo hacemos corremos el riesgo de convertirnos como los países que han dejado atrás: sin ciencia, sin progreso, sometidos a tiranías, tristes y con la mitad de la población marginada por nacer mujer. No necesitamos los valores tóxicos del islam y tenemos la obligación de combatirlos.
El velo, el niqab y toda la ropa "modesta"
La vestimenta de las mujeres es la parte más visible y la que más controversia genera de este islam que vive entre nosotros. Debemos decir bien claro que no nos creemos que ninguna forma de velo es voluntaria. Si cedemos en esto estamos perdidos. Cuando ponen a las mujeres a decir que lo llevan porque quieren nos ganan, ¿cómo debemos decirle que no?
El principal argumento es la libertad personal y debemos saber que en el islam no existe este concepto. La libertad personal la hemos conquistado en Occidente y nos sirve para cosas como vestir cómo nos parece cada día de nuestra vida. Es lo que hacen los hombres musulmanes, no las mujeres. Lecciones de libertad no aceptamos ni una.
¿Verdad que tenemos policía? pues que cada policía pregunte a cada mujer velada si viste cómo ella quiere o cómo dice el pollo que camina tres pasos adelante. Si es porque desea lo que necesita es un psicólogo. Si le obligan lo que hace falta es poner en problemas legales al hombre. Ninguna respuesta de la mujer puede ser válida, todas deben implicar problemas. Tienen que actuar policías y servicios sociales para poner todo tipo de problemas a los hombres que tapan a las mujeres. Estos hombres deben sentir que no son bienvenidos, que aquí no es su sitio.
Lo podemos hacer porque tenemos derecho a tutorizar el islam. Ninguna otra religión nos plantea los retos y problemas del islam. No hay otra religión sobre la que planee la sospecha sobre maltrato a la mujer ni sobre terrorismo. Deberemos hacerles entender que es por su bien porque sino lo que tendremos es una guerra religiosa que no hace falta.
Integrarse no es voluntario
Ir a vivir a otro país con una cultura muy distinta implica integración. Es un esfuerzo que debe hacer la persona que se ha movido, los que están ahí sólo deben ser amables. Es como cuando vamos a un trabajo nuevo y debemos adaptarnos a la cultura de la empresa y el grupo. Con el tiempo, nuestra presencia puede cambiar cosas, pero serán pocas y tendrán que ser para mejorar. Si no es así caeremos mal.
Lo que no puede ser es que las mujeres hayan conquistado unos derechos y ahora aceptamos ir atrás porque lo dice una religiónó. La libertad de culto por nosotros es sagrada (por ellos, no) pero los derechos humanos lo son más. Ninguna retórica islámica amable y victimista debe hacernos retroceder en nuestra posición. Ellos saben mucho y nosotros somos tontitos.
Y el halal? pues que no es necesario
En Cataluña hemos decidido que los musulmanes no deben integrarse sino que deben incluirse. No es lo mismo. Por la inclusión les hemos excluido de nuestra cultura gastronómica. Si algo define una cultura es su comida.
Cuando un grupo va a vivir al territorio de otro lleva su comida y le da a conocer. Y el grupo de acogida también influye en la gente que llega. Es por eso que las abuelas andaluzas hacen fricandó y las catalanas salmorejo. Esto ha ocurrido porque la gente se ha relacionado, se han casado y han intercambiado recetas.
De los musulmanes hemos adoptado el kebab, el shawarma, el cus-cus, el falafel, el humus… Todo buenísimo. ¿Y ellos? Ellos nada. Nosotros podemos ir invitados a su casa, ellos a la nuestra no pueden venir. Todo serán problemas, inconvenientes y manías. No es posible que necesitemos un manual para no ofender.
Con los musulmanes que llegaron en los años 60 y 70 cuando se cruzaba la frontera saludando al policía esto no ocurría. Esta gente no corrieron a comprar un jamón y una cerveza pero cuando sus compañeros de trabajo o las novias les invitaban ellos iban y comían lo mismo. ¿Malos musulmanes? no, personas libres, como estamos en Occidente. Por eso, no podemos permitir los certificados halal ni en la carne, ni la cosmética ni en el sector turístico ni en ninguna actividad. No podemos tener una parte de la población que no acceda a ciertos productos o servicios sin bendición religiosa. No queremos religiosos vigilando cada producto o servicio.
Si alguien cree que irá al infierno para no consumir carne, cosmética, servicios financieros o realizar turismo sin certificado religioso tiene dos opciones: correr el riesgo o no vivir en Catalunya. Cuando los hoteles de lujo de Barcelona no tenían opciones halal los saudíes venían igual. Si ellos pueden, un marroquí también puede.
Presionar, hacer la vida incómoda
Las leyes que podemos hacer para frenar el islam o lo que hacemos con las competencias que tengamos desde cada administración deben tener un objetivo: hacer incómodo la vida en el musulmán radical. No a lo normal, lo normal (si todavía existe) no debe sentirse mal. De hecho, debemos ayudarle, escuchar y debe ser nuestro aliado.
Nuestras autoridades se han sometido a musulmanes que tienen un plan a largo plazo. Cataluña y Barcelona son las únicas administraciones del estado que tienen "oficinas de asuntos religiosos". Todo ello sólo es una forma de atender todas las necesidades de los musulmanes y canalizarlas al departamento que corresponda.
Así es como poco a poco han agujereado y están consiguiendo cambiar nuestra sociedad. De ahí han salido decisiones políticas cómo sacar el cerdo de las guarderías de Barcelona y reducirlo a un día al mes en las escuelas de primaria. Y después llegan prisiones, comedores universitarios, hospitales y residencias de ancianos….si no lo han hecho ya… Una vez ganada una pequeña batalla siempre hay otras hasta ganar la guerra.
Ahora toca hacer las batallas pero al revés y desmontar lo logrado por el bien de todos: del suyo y del nuestro. Ellos lo han hecho sin ruido y ahora en cada paso atrás que hagamos habrá ruido. Por eso debemos tener argumentos, ser inflexibles y saber que tratamos con gente que cuando no convence con la palabra o con el talonario saca la espada.
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